Hace un tiempo publiqué en el blog una serie de artículos con la explicación de la teoría de selección de carteras de Markowitz, con un ejemplo práctico (primera parte, segunda parte, tercera parte). Usando esta teoría como base, otros autores (William Sharpe, en la foto de abajo, es el más destacado) derivaron un modelo conocido como CAPM, siglas de Capital Asset Pricing Model (Modelo de Valoración de Activos Financieros). Este artículo introductorio será breve, puesto que únicamente busco dar una pincelada superficial a lo que es el modelo. Ya entraremos en materia más adelante.
Si se han leído los artículos enlazados arriba, se recordará la diferencia entre riesgo diversificable y riesgo no diversificable. Por si acaso, ahí va un repaso de los conceptos. El primero es el riesgo imputado a la empresa de forma individual. Es el riesgo de que las cosas le vayan mal por su propia operativa. El segundo, en cambio, es el riesgo de mercado, aquel que afecta a todas las empresas y no se puede diluir diversificando nuestra cartera.
Una vez recuperadas estas ideas, podemos describir cuál es el propósito del CAPM. Este es, simple y llanamente, determinar cuál es la rentabilidad esperada de un activo financiero.
Que los más neófitos contengan su emoción: no es ninguna panacea, ni nos sirve para ver el futuro, ni vamos a convertirnos en Warren Buffett por usarlo. Como digo, establecer el retorno esperado de un activo financiero es su meta, pero cosa distinta es que lo consiga.
Y es que probablemente algún lector ya habrá pensado que los activos financieros no son un ser viviente y racional que siga un camino fijado, ni con el que se pueda discutir si su retorno ha sido el adecuado o no. El CAPM es un modelo exitoso y muy utilizado, pero, como casi cualquier modelo de valoración, está basado en aspectos que suenan lógicos y científicos pero que no tienen nada que hacer ante la realidad que se presente.
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