¿Por qué lo llaman riesgo cuando quieren decir volatilidad?

No es extraño, leyendo la prensa económica o poniendo la antena al escuchar cualquier noticia que tenga que ver con los mercados financieros, encontrarse con la palabra "riesgo". Además, es algo que suena rematadamente mal. Esta inversión es "arriesgada" suena a "le estás dando tu dinero a un vendedor de tónicos milagrosos para poner en marcha servicios de consultoría vudú". Vamos, que te puedes ir despidiendo de lo que has ahorrado.

La realidad es bien distinta. Los economistas, en su larga y poco fructífera misión de matematizar los comportamientos humanos y las situaciones cotidianas, recurren a inexactitudes conceptuales para hacer los datos manejables. El riesgo es un concepto etéreo y subjetivo, y eso no les gusta. Así que lo han equiparado al concepto de volatilidad, más sencillo de observar y de medir. Craso error.




Es decir, el "riesgo" pasa a estar entendido como una medida de cuánto se mueve un valor. Como si fuese una montaña rusa: si tiene muchas curvas,

¿Cuál es el problema aquí? Pues que lo que el precio de un activo se mueva, de atrás a adelante, de arriba a abajo o en espirales, nos debería importar más bien poco, por norma general. Es como decir que en el periodo 2000-2010 los propietarios de vivienda vivieron mayor riesgo que en otros años, porque el valor de mercado de sus hogares dio más coletazos. Pues muy bien, ¿y qué? Sigue siendo la misma vivienda y prestando el mismo servicio. El que lo compra para quedárselo a largo plazo no está sujeto a ese "riesgo" que dicen los expertos.

Cuestión diferente sería si ese propietario piensa mudarse dentro de 30 años porque quiere pasar su jubilación en el campo, por ejemplo. Entonces lo que importa es el precio que tendrá la vivienda en el futuro, pero no las oscilaciones presentes.

Para ilustrar la paradoja de lo arriesgado y lo no arriesgado, vamos a representar dos series temporales (inventadas). Una, sin apenas volatilidad, termina bajando un 70%. La otra, imposible de predecir, termina revalorizándose un 55%.




¿Cuál es más arriesgada? En teoría, la azul. La que termina siendo mejor para el ahorrador. Y la naranja, en cambio, es una inversión segura. Menudo problemón tienen montado estos expertos.

La realidad es que la equiparación riesgo = volatilidad es un chiste. El riesgo es la probabilidad de perder permanentemente todo o parte del capital invertido, ni más ni menos. Parece algo simple y lógico, pero mantenerse en una definición tan realista imposibilita el cálculo del riesgo.

Esto ocurre porque, como hemos dicho antes, el riesgo es subjetivo. Por ejemplo, ¿puede un trabajador recién graduado dedicar parte de su sueldo a invertir en empresas jóvenes, de poca capitalización y de sectores muy novedosos? Pues sí, porque las rentas esperadas por su trabajo y sus obligaciones actuales no le comprometen, a priori, y le permiten tomar decisiones cuya recompensa es más dudosa. ¿Podría hacer lo mismo un recién jubilado? Pues por poder, sí, pero no sería aconsejable. No es posible que genere rentas extraordinarias en el futuro, su energía y estado de salud van deteriorándose y es posible que tenga gastos no esperados.

En conclusión, el riesgo como medida global o agregada no existe. Este no se mide como la magnitud de las oscilaciones de un valor, sino como la probabilidad de perder dinero de forma permanente, y pensar en volatilidad cuando se trata este concepto es un error que aún comete mucha gente.

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