Cepsa y la apuesta Simon-Ehrlich

Hace ya unos días un amigo me sugirió hablar en el blog sobre esta noticia. En resumidas cuentas, trata acerca de la preocupación pública de la segunda mayor petrolera española, Cepsa, con respecto a las nuevas tecnologías, que le han llevado a competir con unos compañeros de viaje de lo más inesperado como Apple, Google y Tesla. Desde la propia empresa de nuestro país reconocen que no se puede reconocer que tendrán éxito en el ajuste de su modelo de negocio de cara a afrontar nuevas tecnologías basadas en una mayor eficiencia del uso de combustibles y en fuentes de energía alternativas.




La noticia es señal de que la destrucción creativa aparece en cualquier sector. Esta idea, formulada por Schumpeter, se refiere a la sustitución de modelos de negocio arcaicos e ineficientes por otros que satisfagan en mayor medida a la demanda. Por ejemplo, el coche actual, tal y como lo conocemos, con motor de combustión interna, relevó a la irrelevancia a los vehículos de tracción animal. Internet y su popularización hizo perder un gran peso a la prensa escrita o la radio. Y como esos podemos encontrar montones de ejemplos.

Esto tiene una consecuencia lógica, y es que los inputs asociados a la producción de los bienes y servicios desfasados dejarán de consumirse para ello. Es posible que tengan otros usos, pero si la demanda final deja de "tirar" de la cadena productiva de un bien, las máquinas, herramientas, tecnologías o especialistas asociados a dicha cadena dejarán de demandarse.

En el caso que nos ocupa, si cada vez se necesita menos petróleo como fuente de energía, es de esperar que su demanda asociada a esta función caiga e incluso llegue a desaparecer en el futuro (ojo, no hablamos de otros usos como el asfaltado, la fabricación de plástico o la elaboración de detergentes no tiene por qué variar). ¿Y qué ocurre si esta demanda cae? Que los precios se verán influenciados negativamente. Es decir, que ceteris paribus tenderán a caer.

Esto choca con la visión de muchos ecologistas, que muestran una preocupación constante por el agotamiento de los recursos naturales como el petróleo. Mismamente, en mi clase del colegio una activista de Greenpeace nos dijo que nos quedaban como mucho 40 años de petróleo. No obstante, el gráfico inferior parece indicar lo contrario: las reservas aumentan con el tiempo.




¿Qué efecto ha tenido esto en los precios del petróleo? Si miramos únicamente el precio nominal veremos que este no ha dejado de aumentar. Sin embargo, si descontamos la inflación nos daremos cuenta de que ha tendido a caer durante más de un siglo: desde 1861 hasta 1973. Sí es cierto que a partir de este momento se dan unos aumentos de precio muy bruscos, pero estos encuentran su explicación en la primera y la segunda crisis del petróleo. Además, los conflictos armados que involucraban a países productores de crudo se sucedieron a finales del siglo XX y en el cambio de siglo se vivió de nuevo un cuello de botella en este activo, gracias a la expansión artificial del crédito que desembocó en la Gran Recesión.




Pero esta transformación no ocurre solo con el petróleo, sino también con otras materias primas. Y sobre ello apostaron el economista Julian Simon y el entomólogo Paul Ehrlich. El primero confiaba en la mecánica del capitalismo para generar un crecimiento sostenible a largo plazo, mientras que el segundo compartía las tesis neomaltusianas que hablaban de superpoblación y agotamiento de recursos. En 1980, Simon ofreció a Ehrlich elegir las materias primas que desease y una fecha futura. Este confió en el cobre, cromo, níquel, estaño y tungsteno, y dio 10 años al mercado para darle la razón. Y perdió. Todos los metales bajaron de precio y Simon ganó la apuesta. Después, intentó replicarla apostando 20.000 dólares (antes habían sido 1.000), pero Ehrlich no aceptó.

En definitiva, la excesiva preocupación por la desaparición de los recursos naturales para los que existe un mercado libre (el petróleo no lo es y, aun así, esto también se cumple) es infundada debido a la aparición más rápida de lo que creemos de nuevas tecnologías y sistemas que permiten generar más con menos. Permitir que los individuos que aportan valor sean recompensados por los consumidores es el mejor camino para no desestabilizar el planeta.

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