¿Para qué sirve un especulador?

Por Daniel García.

Desde siempre, la palabra "especulador" ha tenido duras connotaciones negativas. Si preguntamos a varias personas corrientes qué otras palabras le evocan esta primera idea, serían algunas tales como "dinero", "riqueza", "robar", "hambre", "escasez" o "inflación".

Nada más lejos de la verdad, los especuladores son buenos para todos. Por lo menos, si el mercado es eficiente. Y con esto no quiero decir que sea del todo razonable o que exista información completa como conocimiento común. Me refiero a que no existan poderes monopolísticos, que los agentes no tengan costes de transacción (o estos sean despreciables), etc.

Según la RAE, especular es "efectuar operaciones comerciales o financieras con la esperanza de obtener beneficios aprovechando las variaciones de los precios o de los cambios". En realidad, todos somos especuladores. Es bien conocida la estrategia de acudir a un concesionario a comprar un coche durante las últimas semanas del año, puesto que en este momento los vehículos tienden a estar más baratos. Otro caso es el de sobredemandar un bien que se encuentre de oferta en el supermercado. Si se adquiere una botella de aceite por mes, pero en el instante en el que se ha ido al supermercado este producto tiene un descuento de, por ejemplo, el 50%, nadie comprará tan solo una botella. Se aprovechará del precio más barato y volverá a casa no solo con una botella, sino con varias. Alguien que se comporte así es un especulador y no daña de ninguna manera al sistema ni a los que le rodean. No obtiene un beneficio por vender su producto después, sino por desembolsar una cantidad de dinero sensiblemente menor al valor percibido del producto. Vamos, por encontrar una ganga.


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Aunque claro, no es lo mismo un individuo corriente que un especulador profesional. Puede que ambos actúen para sacar el máximo rendimiento a su dinero (¿quién no lo haría?), pero el primero desarrolla acciones sutiles e imperceptibles, mientras que el segundo opera con fondos inmensos y en mercados al alcance de solo unos pocos.

Sin embargo, estas consideraciones acerca del especulador profesional no son malas o perversas per se. La magnitud de la cartera de un especulador no tiene, al fin y al cabo, grandes efectos en el mercado. Por ejemplo, si miramos los futuros del petróleo, un especulador que adopte posiciones largas (que compre para revender a un precio mayor) puede disparar el mercado, pero no durante mucho tiempo. Basta con que otros especuladores se den cuenta de que esa subida es irracional y no está sustentada por ningún hecho real y saquen provecho tomando posiciones cortas (vender primero para recomprar después).

Con estas acciones que buscan, como ya decíamos, su beneficio personal, los especuladores proporcionan al mercado dos cosas: coordinación interespacial y coordinación intertemporal. La primera es, básicamente, comprar en un mercado barato para vender en un mercado caro. Hoy en día, con la informatización de los intercambios comerciales, esto es algo mucho menos visible de lo que podía ser hace años. Si en España una tormenta destrozaba las vides con las que se fabricaría vino y en Francia un clima excepcional daba una cosecha muy buena, el especulador podía aprovechar y comprar vino francés, barato debido a su abundancia, para venderlo en España, donde sería más caro a causa del desastre natural. De esta manera, los precios se equilibrarían y la escasez se solventaría.

La segunda trata de anticiparse a los hechos futuros. Siguiendo con el ejemplo del vino, si este año la producción ha sido extremadamente abundante y el año que viene se prevé que se produzcan grandes inundaciones causando daños importantes en las empresas vinícolas, comprará vino barato hoy para revenderlo el año que viene. Exactamente la misma idea.

Es decir, los especuladores suavizan las fluctuaciones económicas a las que se expone el mundo. En activos financieros o reales, millones de compraventas transmiten información dispersa y valiosísima que los agentes interpretan para llevar a cabo sus propios planes productivos y personales. Los especuladores ayudan a corregir la "exuberancia irracional" y la "penuria irracional" de los mercados. Pero no solo eso. También compran cuando muchos quieren vender y venden cuando muchos quieren comprar. Esa es su otra virtud: evitar la iliquidez del mercado.

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