No, el capital no crece a costa de los trabajadores

Por Daniel García.

En la pasada crisis de 2008 escuchamos mucho eso de "esta crisis que la paguen los ricos" o "no es una crisis, es una estafa". Parecía que el tremendo bache que afectaba a una gran parte del mundo era algo deseado y hasta orquestado por "los de siempre" para salir más acaudalados de la situación, en detrimento de las clases populares. En 2020, ya empezamos a ver comentarios parecidos.


Ricos Vs Pobres (con imágenes) | Socialismo, Globalizacion, Dibujos


¿Y en qué se basan estas personas para hacer tales afirmaciones? Uno de los datos más recurrentes es el del avance de las rentas del capital. Para los profanos en economía y contabilidad, la idea de las rentas no es más que una de las maneras de medir la producción total de un país. Esta producción se puede desagregar de varias formas, y una de ellas es diferenciando rentas del trabajo y rentas del capital (dejando aparte los impuestos).




Si acudimos a los datos del INE y comparamos la evolución de la participación de los salarios y la participación de la remuneración del capital, nos encontramos con lo siguiente (teniendo en cuenta impuestos):




Hay que mencionar que este patrón es el mismo si se excluyen los impuestos de la ecuación: las rentas del trabajo pierden en beneficio de las del capital, hasta prácticamente igualarse en torno al 45% cada una. ¿Es verdad, entonces, que la crisis de 2008 sirvió como una excusa para favorecer el crecimiento del capital perjudicando a los trabajadores? El siguiente gráfico seguiría respaldando tal proposición:




Pues no. Este razonamiento tiene truco, y es que el Excedente Bruto de Explotación no es igual a beneficios empresariales. Al contrario, estos son solo una parte de la cifra, que también engloba todas las rentas de autónomos (estas en realidad son una parte trabajo y otra parte capital, pero es muy difícil, por no decir imposible, determinar en qué proporción, por lo que se registran como rentas del capital en su totalidad), la amortización y depreciación del capital (la maquinaria, los edificios y cualquier otro activo pierde valor con el tiempo) y las rentas inmobiliarias imputadas (un ajuste contable que asigna una renta en especie a todos los propietarios de vivienda).

¿Es posible eliminar estas variables del EBE y así obtener los beneficios puros? Estrictamente, no. Como hemos dicho, hay aspectos como la determinación de la renta de los autónomos que no tienen respuesta, por lo que no podemos concluir cuál es la cifra exacta que realmente corresponde con las rentas del capital propiamente dichas.

No obstante, es posible aproximarnos a esa cifra todo lo que la estadística española nos permita. En primer lugar, descontar el efecto de lo que el Instituto Nacional de Estadística llama "Consumo de capital fijo" (amortización y depreciación) es inmediato, puesto que su serie es fácil de encontrar. El resultado es el siguiente:




Durante la etapa de la burbuja se destinaron ingentes cantidades de recursos a la inversión, mientras que tras su pinchazo esta se redujo enormemente a pesar de que el consumo de capital siguiese aumentando. La diferencia entre las dos series es un proxy para la inversión neta (es decir, la cantidad de lo invertido que se destina a ampliar las capacidades productivas y no a reponer lo deteriorado).

En cuanto a las rentas inmobiliarias imputadas, el cálculo ha sido algo más problemático. No he encontrado ninguna serie propiamente dicha, pero sí he visto que estas rentas se detallaban en un archivo que desagregaba el EBE por ramas de actividad, desde 2000 a 2012. Lo que he hecho ha sido calcular la tasa de crecimiento anual compuesta (aproximadamente 1,5%) para obtener las cifras de los años anteriores y posteriores:




El paso final sería intentar "limpiar" el caso de los autónomos del dato original. Para ello, he calculado la remuneración de los asalariados por cada puesto de trabajo. Después, es necesario tomar supuestos acerca de la remuneración unitaria de cada puesto autónomo y de la proporción que se destina a retribuir a su trabajo y a su capital. Para simplificar, he asumido que el autónomo medio tiene la misma remuneración que el asalariado medio y que el 50% se destina a su trabajo y el 50% a su capital.




Todo este proceso no estará exento de errores y fallos, pero lo más importante es el resultado cualitativo final: los trabajadores no pierden terreno debido al crecimiento de los capitalistas.

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